"La Razón", da Bolívia: O abandono das fronteiras
El abandono de las fronteras
Los acontecimientos de Puerto Suárez deben ser el grito de alarma sobre las derivaciones que puede tener el abandono de las fronteras. En definitiva, constituyen una lección acerca de lo que en el futuro se debe hacer, para que no se repitan hechos similares.
Una de las grandes falencias que tiene la administración del país, es la de no tomar medidas adecuadas para atender a las poblaciones ubicadas en las fronteras del territorio nacional. En realidad, no se requería ni se requiere hoy mismo de grandes inversiones para cumplir aquel ineludible cometido. El desafío consiste en apelar a políticas públicas sostenibles para salvar semejante omisión.
El ejemplo patético del abandono de las fronteras se está experimentando estos días en Puerto Suárez, que pertenece a la jurisdicción del departamento de Santa Cruz. Allí, el señuelo de poder contar con fuentes de trabajo está dando lugar a que toda una población se comprometa en apoyar a una empresa que en forma deliberada ha incumplido con las normas constitucionales y ambientales de la nación, según sostiene el Gobierno.
Hasta el presente, lo que sucede con las fronteras del país es inadmisible. Existe una indiferencia total sobre la forma en que están atendidas. El conformismo se limita a que en ellas existan pequeños asentamientos humanos y una modesta guarnición militar. Lo que pase con la vida de la gente no preocupa a nadie. De ahí que los vecinos de Puerto Suárez se aferren ahora a exigir que se mantenga aquella empresa en operaciones, porque les ofrece trabajo en el futuro inmediato, lo que es indispensable para tener una vida digna.
En otros lugares fronterizos —como también ha estado ocurriendo en Puerto Suárez— los pobladores se buscan los medios de vida a como dé lugar. Ésta es la causa para que, al final de cuentas, incurran, por ejemplo, en el contrabando, como única manera de sobrevivir, aunque sin considerar el daño que infieren a la economía nacional.
Las regiones fronterizas tienen potencialidades dormidas, que no se aprovechan en beneficio de los pobladores, por falta de políticas de Estado a favor de estos enclaves humanos. Por ello se dan hasta irregularidades y denuncias graves como la explotación de recursos naturales de parte de inescrupulosos de naciones vecinas. Por mencionar un par de casos: la explotación de oro en Araras, frontera con Brasil, o de azufre en la frontera con Chile.
Es de esperar que esta situación cambie con la reciente elección de los prefectos y más todavía con las probables autonomías departamentales que vayan a nacer, como producto del Referéndum Autonómico del 2 de julio próximo. Así, habrá una administración más directa de la totalidad de las jurisdicciones regionales. Es de suponer que se brindará preferente atención a las poblaciones fronterizas, puesto que cumplen la misión de ser celosas guardianes de la integridad territorial. El proceso autonómico viene a ser, entonces, la mejor opción que pueden tener las poblaciones fronterizas para merecer la protección de los poderes públicos y, esencialmente, de mejorar sus paupérrimas condiciones de vida.
Los acontecimientos de Puerto Suárez deben ser el grito de alarma sobre las derivaciones que puede tener el abandono de las fronteras. En definitiva, constituyen una lección acerca de lo que en el futuro se debe hacer, para que no se repitan hechos similares en esa u otras poblaciones fronterizas.
Cabe insistir, la mayor demanda que tiene Bolivia es la administración efectiva y eficiente de sus intereses.
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